Ser mujer en la colonia radical: sin decisión y víctima de violación

Helen, joven menonita boliviana, era mayor de edad cuando en 2017 decidió huir de la colonia Nueva Esperanza con su novio Willam Wieler, también mayor de edad. Estaba embarazada y ambos decidieron casarse; sin embargo, antes de que la boda se concretara, sus padres y algunos miembros de la colonia la encontraron y se la llevaron a la fuerza nuevamente a Nueva Esperanza, donde la obligaron a casarse con otro hombre.

En 2021, Anna J., joven de la misma colonia, pidió ayuda a su novio para huir. Entonces tenía 17 años. Su padre denunció al enamorado por rapto. La Policía la buscó, la encontró y en la valoración psicológica ella reveló que escapó de su padre porque la agredía sexualmente desde los 13 años. Pero eso no era todo: su progenitor también abusaba a sus tres hermanas menores. Tras pasar de denunciante a denunciado, el padre de Anna, con ayuda de gente y líderes de la colonia, prácticamente la raptó de las puertas de la Defensoría de San José de Chiquitos, en Santa Cruz, agrediendo a los funcionarios. Desde entonces no se supo más de ella. Sólo apareció un nuevo informe psicológico sin requerimiento fiscal, en el que ella niega las acusaciones contra su padre.

No se pudo hacer nada para ayudar a sus hermanas porque no se logró ingresar a la colonia. Su madre declaró “no querer más problemas” porque su marido había pedido perdón a los ministros y éstos lo habían absuelto.

El progenitor fue finalmente detenido, pero hasta hora es mantenido en la carceleta de San José, de donde sale a trabajar. Correspondía que fuese encarcelado en Palmasola, aseguran los abogados que ven la causa.

Página Siete consultó con el fiscal de San José de Chiquitos a cargo del caso, Juan Carlos Pereira, quien confirmó que las investigaciones, sobre todo en el caso de las hermanas de Anna, tropezaron con “el modelo de cultura o religión que tienen los menonitas, obstaculizando la averiguación de la verdad mediante sus ministros y personas de alto rango”.

Sobre el caso de la detención del padre de Anna, este medio buscó a la jueza Janet Mojica que determinó mantenerlo en San José. No pudo conversar con la autoridad por las dolencias cardiacas que padece, según indicó su secretaria.

Los casos de Anna y Helena grafican de alguna manera la vida de la mujer menonita en la colonias ortodoxas: sin tomar en cuenta sus decisiones y víctima de violaciones, que en muchos casos no pueden ser resueltas en la justicia boliviana por intervención de las colonias.

Más prohibiciones

Peter Schmitt nació y creció en una colonia ortodoxa y sabe cómo es la vida de las mujeres desde niñas. Asegura que están “más castigadas que los varones”. “Sólo trabajan en la casa. Ellas no entienden el castellano, no saben responder, se asustan”, precisa.

El pastor menonita William Kehler afirma que la colonia ortodoxa es “un mundo muy pequeño y con muchas desventajas para la mujer”. “De niña va a la escuela un año menos que el varón. Si tiene 22 o 23 años y no está casada, con cuatro o cinco hijos, debe continuar con sus padres hasta el fin de su vida”, dice.

“Los varones pueden trabajar, comprar su terreno, maquinaria, tener un emprendimiento, las mujeres no”, añade.

Y ellas guardan silencio hasta que tengan la autorización de hablar. “No saben hablar cuando no están los hombres”, dice Peter Schmitt.

Gertruda Janzen creció en una colonia ortodoxa y recuerda que la culpa y la vergüenza son una constante en la vida de las mujeres. “No hablan a las mujeres, sólo dicen si su falda está muy corta, si sus sandalias no son negras”, dice.

Dejó la colonia hace 25 años y hasta ahora guarda la sensación de ese día: “Salí como volando, estaba tan contenta porque podía salir, no tener esa presión con los vestidos oscuros, el cabello siempre amarrado y el trabajo sólo en la casa”.

Kehler remarca que la mujer menonita es tomada en cuenta por los líderes cuando el varón “intenta alejarse de su control”. “Se les mete la culpa y el miedo de que el hombre está equivocado y se puede presionar a través de ella”, señala.

Pero aún así, Kehler afirma que ellas son una amenaza para los líderes. “Cuando un hombre huye, tienen paciencia, pero cuando es una mujer saben que es una amenaza a su poder, porque el varón puede volver por la mujer o la novia; pero ellas no vuelven. Y saben que si una sale, puede salir, luego será otra y otra”, dice.

Y es por esa razón que las persiguen, como pasó con Anna Wieler, que en diciembre de 2021 huyó de la colonia Nueva Esperanza con su novio Peter para casarse y vivir fuera. Lo lograron gracias a la ayuda de la Asociación Departamental de Derechos Humanos de Santa Cruz, que tramitó sus documentos de identidad y concretó su unión en un registro civil. La entidad no quiso que pasara lo mismo que con Helena, que fue llevada a la fuerza a la colonia y casada con otro hombre. Helen es hermana de Anna y William hermano de Peter.

Después de haberse casado, Anna fue retenida horas por gente de la colonia cuando entró a ésta a ver a su familia. Se necesitó la intervención de Derechos Humanos para que la liberaran. Volvió para reiterarles a sus padres y hermanos el mensaje que les envió cuando se vio fuera de la colonia: “Quiero salir de la colonia, volveré algún día, pero ahora quiero salir”.

Violaciones masivas en 2009 y 2021

En 2009 y este 2022, a la justicia boliviana llegaron los casos de violaciones masivas en las colonias menonitas Manitoba, Belice y Piedras III.

En el primero se estableció que fueron ultrajadas 150 mujeres. En el segundo 25. El elemento común: el uso de un spray que adormecía a las víctimas. Los acusados, 10 menonitas en el primer caso y 3 en el último fueron encarcelados.

Peter Wiebe es uno de los menonitas que en 2009 fue encarcelado, acusado de ser el proveedor del spray. “Estuve en cárcel ocho años, siete meses y 14 días”, dice a Página Siete y se declara inocente.

“Me metieron a la cárcel para cubrir sus propios pecados. La mayoría de los denunciantes son violadores de sus propias hijas”, afirma. Señala que preso vendió sus tierras en Swift Curet a precio de “gallina muerta”.

Página Siete

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