La lista de los lugares donde Roberto Suárez Gómez pasó la mayor parte de su vida suena a santoral. Santa Ana de Yacuma, San Borja, Santa Cruz y San Pedro, tres ciudades y una cárcel, respectivamente. Su otra residencia bien podría decirse que fueron los cielos porque como piloto y pasajero probablemente pudo haber establecido marcas de permanencia a grandes alturas. Entre la tierra y los cielos Suárez tejió otra de esas historias de quienes consiguen el suficiente dinero para satisfacer casi todo antojo mundanal.
A aproximadamente 45 años de haberse desatado el boom de la cocaína en Bolivia, varios otros narcotraficantes emularon algunas de sus ostentosas aficiones. En el imaginario ya suman una especie de comunidad narco signada por lujos, extravagancias y excesos. Por ejemplo, desde los tiempos del icónico “rey de la cocaína” las narcofiestas son eventos que parecieran respaldados por cheques en blanco. Un reencuentro familiar, en la Navidad de 1981, de los Suárez Levy, en los Alpes suizos resulta ilustrativo.
“Se pararon en medio del restaurante al lado del piano y le cantaron a su padre El rey -relata en su libro Mi vida con Roberto Suárez y el nacimiento del primer narcoestado, Ayda Levy- Fueron ovacionados por todas las celébrités presentes y se armó la fiesta. Terminaron la noche todos juntos en el club privado Drácula bailando al son de ritmos tropicales con la (Florinda) Bolkan otras actrices y modelos, acompañados por decenas de descorches de botellas de Cristal y Dom Perignon”. Aquella Noche Buena y durante esos días Suárez se hallaba rodeado por lo más selecto de la banca y el jet set mundiales.
De hecho, la familia se había alojado en el histórico hotel Palace Badrutts. Sin embargo, ya se había iniciado el acoso contra el rey y su hijo mayor. Por esa razón el reencuentro familiar resultó tan celebrado. Sin embargo, 11 meses más tarde la familia Suárez realizó un fiestón apoteósico, probablemente el mayor de su historia. Narco fiesta mayor Roby, el hijo mayor de Roberto y Ayda, había sido liberado por la justicia de EEUU.
Estuvo a un paso del juicio que habría sido lapidario para su progenitor. Una espectacular captura en Europa no tuvo eco entre los jueces de la Florida. Tras meses de extrema tensión, los Suárez, gran parte Santa Ana y ciertas amistades colombianas, optaron por una catarsis memorable.
“Tiramos la casa por la ventana -relata la ex esposa de Roberto Suárez en su libro-. Era tal nuestra felicidad por tenerlo nuevamente en casa que queríamos complacerlo en todos sus gustos para suplir de alguna manera las carencias alimenticias que tuvo de enero a noviembre. (…) Para variar entre los invitados no podían faltar los colombianos Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha”. La casa por la ventana para los Suárez implicó, de principio, la llegada del chef del célebre restaurante paulista Don Curro. Mientras que una celebridad de la gastronomía mundial como Paulo Bocuse envió al repostero de Le Trianon, desde Río de Janeiro, para que preparase el postre favorito de Roby. Obviamente ambos arribaron con ayudantes, equipos e ingredientes incluidos. Desde Panamá llegaron toneladas de bebidas y licores como Whisky Royal Salute, coñac Louis XIII, champaña Dom Pérignon y vino Chateau Petrus.
Los vuelos de los aviones de Roberto Suárez se hicieron incesantes durante los preparativos y más aún el día de la fiesta. Fabio Ochoa, la otra cabeza del naciente cartel de Medellín, se hallaba enfermo, pero envió como obsequio un purasangre que dejó boquiabiertos a los presentes. Rodríguez Gacha hizo lo suyo y llevó al mariachi Vargas de Tecalitlán. Los músicos mexicanos aparecieron en la hacienda san Vicente, lugar de la fiesta, cantando, en alusión a Roby, “Y volver, volver, vooooolverr…”.
LAS NARCODISCOTECAS
Será difícil igualar las fiestas que pudieron financiar los ingresos de Suárez Gómez en aquellas décadas de la primera narco ola. Algo así sólo se produjo por sus pares en tierras colombianas o, en los años 2000 en México. La caída del rey, en julio de 1988, derivó en la emergencia de una nueva generación de peces gordos del narcotráfico. Eran menos poderosos y los fiestones cambiaron de cariz. Sin embargo, al más puro estilo de Broadway, quedó en la memoria uno de los atractivos cruceños de principios de los 90: la discoteca Regine.
“Era una discoteca que probablemente mostraba lo mejor en arquitectura -relata el periodista Gerardo Irusta Medrano, en su libro Narcotráfico, vidas, pasiones y tragedias-. Lo más importante: allí se reunía gente con mucho poder económico y político en el país. Era pues la discoteca de moda. (…) Mujeres bellas, finas bebidas y droga de la más alta calidad. (…) Cuando uno preguntaba de quién era ese lujoso centro de diversión, la respuesta la conocían todos en Santa Cruz: el dueño era Carmelo Domínguez Vaca”.
Si de fiestas y discotecas se trata, tampoco se puede olvidar a Issac “Oso” Chavarría, el compadre de Meco Domínguez. Más de una voz ha recordado que Chavarría inició su carrera en la vida alegre a fines de los 70. Entonces apareció regentando el club nocturno Isidorito. Algo no cuadraba en aquel joven teniente del Ejército de quien bien se sabía que procedía de una muy humilde familia chuquisaqueña.
“El local se puso de moda porque hasta ese club nocturno trabajaban muchachas bolivianas y extranjeras como copetineras, y se servían buenas bebidas -relata Irusta-. Su clientela un tiempo fue de primer nivel porque hasta ahí llegaban ejecutivos empresariales. (…) El año 1980, Isaac Chavarría fue sancionado con seis meses de arresto militar en la prisión castrense de fortín Ravelo, en la frontera con Paraguay. Chavarría en esa oportunidad ya fue acusado formalmente por la superioridad de estar involucrado en actividades ilegales vinculadas al tráfico de estupefacientes”.
NARCOFIESTAS OTRA VEZ
Ya en el nuevo boom de la cocaína, marcado entre la segunda y tercera décadas del siglo XXI, las narco celebraciones han vuelto a destacarse. Es el caso de, por ejemplo, Pedro Montenegro, quien cumple una pena de 12 años de cárcel en Brasil, tras su extradición en 2019. Luego de descubrirse sus vínculos con altos jefes policiales también fueron conocidas las singulares fiestas con las que celebraba su bonanza.
En marzo de 2019, tal cual confirmó una reveladora fotografía, invitó a 18 personas a festejar en el célebre carnaval de Cartagena, en Colombia. Entre los invitados se hallaban un policía, su esposa y el hijo del comandante departamental de Lucha Contra el Crimen, Gonzalo Medina. Días más tarde, para el 26 de marzo, Montenegro celebró su cumpleaños con cerca de 300 invitados, entre quienes había policías y jueces. Los testigos describieron que el festejo se realizó en una lujosa vivienda del exclusivo barrio Las Palmas y fue amenizado por una decena de mariachis. Circularon por los medios televisivos imágenes que muestran cómo el narco vistió con las letras iniciales de su nombre a los músicos de una orquesta. Y fiestones similares se han conocido en años recientes también en relación a los nuevos narco potentados, como Einar Lima Lobo. Lima Lobo fue extraditado a Brasil en 2019, pero el grupo que lideró es descrito como uno de los más importantes en estos años. Constituye una especie de continuidad entre la generación de los 90 y los del nuevo narco boom boliviano y sus vínculos con cárteles brasileños y colombianos. Su presencia desató nuevos resquemores tras el asesinato de tres policías en el municipio de porongo el 22 de junio.
El principal implicado, Misael Nallar Viveros, es yerno de Einar Lima Lobo. Y si de nuevos narcofestejos se trata, Nallar es señalado por diversos testigos como afecto a las celebraciones de larga duración y abundante consumo. Baste señalar que el yerno de Lima Lobo, el 30 de marzo, festejó su cumpleaños con una fiesta que habría implicado un presupuesto de más de 80 mil dólares. El evento se realizó en un lujoso centro de convenciones de la zona del Urubó y fue amenizado por uno de los más cotizados cantantes colombianos del momento, Jessi Uribe. Un reporte de inteligencia publicado por El Deber reveló que, alertada por la presencia de narcos mexicanos y colombianos, la Policía se aprestaba a intervenir la fiesta. Los miembros de un grupo especial advirtieron que en torno al local había varios civiles armados. Sorpresivamente, una “orden superior” abortó el operativo. Probablemente, aquel extraño incidente no habría sido conocido de no haberse producido los asesinatos de los policías casi tres meses más tarde. Suceso que ha develado más excentricidades y excesos en la vida de Nallar y rememorado a otros personajes y narco tiempos.
DESDE PLAYA HASTA ZOO
A Nallar, por ejemplo, se le incautaron “La Bendita”, una lujosa hacienda, rodeada de palmeras y ubicada el municipio El Puente, provincia Guarayos de Santa Cruz. Dos piscinas, playa artificial, cabañas para invitados, un parque infantil, una cancha de fútbol y una especie de zoológico destacaban a primera vista.
En el zoo había tres pumas, pavos, parabas y monos, entre otras especies, que sumaban cerca de 100 animales. Varias de las otras narco características pronto fueron añadiéndose. Nallar tenía a su servicio hombres armados, algunos de ellos presuntamente colombianos, Hacía uso de una avioneta particular para realizar viajes a su natal Beni. Su hobby particular eran las carreras de vehículos cuadratracks y teryx, para los que organizaba competencias.
Al margen, se le han hallado cuatro automóviles de diversas marcas e intervenido al menos 11 inmuebles y un taller automotriz, En 45 años de fortunas erigidas gracias a la “blanca” esas variables implican diversos multiplicadores. Varias decenas de detenciones de peces gordos y medianos se multiplican por varias decenas o cientos de lujosos inmuebles incautados, según el caso. El texto de Ayda Levy desafía a la imaginación el cálculo de la cantidad de propiedades que llegó a acumular el “rey de la cocaína”.
Al margen de diversas estancias ganaderas, centradas en su mítica Quemalia, cita casas en la Colombia, Suiza y EEUU, entre otras, en diversas partes del relato. Las propiedades del probablemente, todavía, segundo pez gordo del narcotráfico boliviano en términos históricos, Jorge “Techo de Paja” Roca Suárez, también dieron que hablar cuando cayó.
El 15 de diciembre de 1989, sólo en la ciudad de Santa Cruz intervinieron tres inmuebles descritos como “comparables con residencias de Hollywood”. “Piscinas, caballerizas, decenas de purasangres, salas de juegos, alfombras costosísimas, depósitos repletos de víveres, muebles de diseño exclusivo…”.
UNA CIUDAD DE LUJO
Irusta recuerda que al inicio de su compadrazgo Isaac “Oso” Chavarría y Meco Domínguez se reunieron en el departamento que el primero ya ostentaba en Miami. Luego, a ambos se les reconocían decenas de propiedades. Y así, sucesivamente, hasta el presente, incluidas propiedades de las que se ha sabido poco o nada, pero que sin duda existen. Ahí entran los casos del ex coronel de policía Maximiliano Dávila y de su lugarteniente, el ex mayor Omar Rojas, capturados a principios de este año.
Valga señalar que el segundo fue calificado por investigadores colombianos como el “Pablo Escobar boliviano” Así, la magnitud de los bienes inmuebles incautados a los narcos bolivianos probablemente sería equiparable a una ciudad colmada de lujos y confort. Algo así como “Cocaínolandia” o “Blancalandia” “La visión de los Mercedes Benz blindados en la jungla no era sino el adelanto de la llegada de “el taita”, con un tigre con cadenas y hambre -relataba el periodista Juan Carlos Gumucio, en el perfil que escribió sobre Suárez-. Con orgullo les dijo a sus coterráneos: ‘¿A quién le tiene más miedo, al Mercedes Benz o al tigre?’, una frase que invitaba a la carcajada, a la jarana y a la unión en su tierra”.
Claro, los automóviles de “Blancalandia” resultarían otro espectáculo aparte. Si Suárez lucía sus Mercedes, Domínguez y Roca apostaban a los Ford Mustang, Montenegro a su Porche y Nallar a sus todo terreno. Varios otros, antes de sus respectivas caídas, incluso fueron animadores de competencias nacionales oficiales, como el caso de los hermanos Atalá. Influenciados por su propio negocio, la flotilla de aviones y helicópteros de los narcos bolivianos marca otra de sus grandes aficiones.
Por ejemplo, en su libro “Los Mercenarios del aire”, el ex policía Álvaro Pinedo Antezana relata los osados retos que paulatinamente debieron ir superando a medida que el negocio crecía. Así, en los años 80, las rutas exigieron hasta los vuelos furtivos que debían evadir los radares de la primera potencia mundial. Dentro del país no faltaban grandes pruebas como aterrizajes en medio del Salar de Uyuni.
NARCO PILOTOS
En los 90, el desafío fue la combinación de helicópteros y avionetas o el secuestro de aviones desde Brasil. En décadas recientes los narco pilotos debieron aprender a llevar la “lluvia blanca” a territorio argentino antes de ser interceptados. De ahí que se hayan multiplicado las leyendas sobre las capacidades de algunos pilotos o sobre el tipo de aeronaves utilizadas. Entre los mitos siempre se recuerda la historia de los caza bombarderos o los aviones de despegue vertical que Suárez nunca tuvo. Entre las certezas, que fue un piloto habilísimo con un historial de proezas jamás escrito.
En suma, “Blancalandia” tendría de todo. Resultaría un continuo espectáculo donde no faltarían artistas de fama incluso mundial, vedettes, reinas de belleza ni futbolistas y narco clubes de fútbol. Baste recordar al desaparecido Orcobol, nutrido por lo más granado del balompié boliviano y otras estrellas durante el fugaz 1991. Y se rumorea de otros que tuvieron una más discreta administración.
“Así me encontraba yo, Roberto Suárez Gómez, ‘el Rey’ de la cocaína para algunos, de la coca para muchos más la noche del 19 de julio (1988)- escribió ironizando en su autobiografía-. (…) Uno de los individuos más ricos del mundo, dueño de enormes arsenales y de aviones de despegue vertical, protegido por un ejército de fieros mercenarios libios, portador de una mágica pistola de oro sólido, sin más compañía que el viejo don Orlando, encargado del cuidado de El Sujo su también anciana esposa y el menor de sus hijos, de apenas 15 años…” Esa noche, Suárez se entregó a las autoridades. Falleció el 20 de julio de 2000, gozaba de libertad condicional tras haber estado recluido tres años y seis meses en el penal de San Pedro de la ciudad de La Paz.
Según relató su segunda esposa, Ana Kenning, dos días después le correspondía obtener la libertad absoluta. Sin duda, la ciudad imaginaria tendría también un singular y gran cementerio con la incontable cantidad de vidas que las narco actividades truncaron o frustraron. Claro está, incluidas las de ellos y de sus allegados. El más caro de sus excesos, la más macabra de sus extravagancias.
ABI-EFE